Encouraged to Excel, but How?

Research

Latino parents encourage their children to excel in school as a way to make up for the sacrifices of migrating and to improve the family’s socioeconomic status. Despite parents’ consistently high academic aspirations for their children, Latino adolescents show the highest high school dropout rates relative to other ethnic groups.

Mexican American students have the lowest rates of high school completion compared to Whites, Blacks, Asians, Pacific Islander groups, and other Latino subgroups. Even so, 35% of Latino young adults ages 18 to 24 are enrolled in postsecondary education, the highest increase between ethnic groups since the early 1990s. If all parents have such high academic aspirations for their children, what are parents doing that helps their adolescent children excel academically while other youth are dropping out of high school?

We conducted qualitative interviews with parents and their adolescent children to ask about messages parents pass on to their children about academic achievement and the ways in which teens internalize this guidance. We then used school record data from two schools to compare the academic behaviors and family routines of adolescents with varied GPAs and class levels.

We found that, even though all parents in our sample wanted their adolescents to graduate from college or graduate school, parents differed in how they communicated their expectations to their children. Parents whose children had high GPAs reported making schoolwork a part of the family’s daily routine. Parents of teenagers with low GPAs tended to focus on academic performance in emergency situations and to offer external rewards for improvement.

Promising interventions teaching parents effective methods of being involved in their children’s education should train parents to make academics a part of daily life.

 

Emmanuel, for example, was in remedial classes and had a 1.33 GPA. His dad reported not wanting to push him too hard as long as Emmanuel “understands the value of education.” Emmanuel told us, “If I’m failing some classes that are, that he knows I could get up. I guess, he might tell me…If you get two As, I’ll give you a new video game console.” This shows that Emmanuel’s dad was involved in his son’s schoolwork.

Emmanuel repeatedly demonstrated that he was capable of improving his grades, but schoolwork never became part of his daily routine. For him, good grades seemed to be temporally dependent on parental rewards and challenges when sparked by poor performance. Therefore, the actions he took to improve his grades didn’t become habits.

By contrast, Javier, who was in advanced placement and honors courses and had a 3.43 GPA, talked to his parents about assignments every day. His mom explained: “[We’ll ask] ‘Hey, Javier, what assignments do you have?’ ‘Oh, they gave me this.. and the teacher told me this and that.’ He always has commentaries for us about what he did at his school.” If Javier did not do well on an exam, his parents encouraged him to persist: “Since God gave you that great intelligence that you have, sal adelante [come out ahead].” Similarly, Javier reported: “They don’t punish me. They just speak to me about it because they know that I can do better and that I can raise it to an A or a B.”

Although most parents want their children to attend college, parental values are passed through daily routines. Our study revealed meaningful variability in daily academic practices in the family routine. Overall, parents of adolescents with higher grades explicitly expected higher grades and were involved in the academics of their adolescents on a daily basis, as opposed to primarily intervening during “academic emergencies.” This, in turn, seemed to contribute to adolescents’ value of education and academic resilience. These findings suggest that Latino parents are involved in the academics of their adolescents though in different ways and with different timing, emphasis, and embedding in daily routines. This sheds light on findings from our previous research, revealing that the parent-child relationship is a critical component of academic performance. Promising interventions teaching parents effective methods of being involved in their children’s education should train parents to make academics a part of daily life.

Versión en español

Los padres Latinoamericanos motivan a sus hijos a destacarse en la escuela como una forma de compensar los sacrificios de la migración y también para mejorar el nivel socioeconómico de la familia. A pesar de las altas aspiraciones académicas de los padres hacia sus hijos, los adolescentes Latinoamericanos tienen las tasas de abandono escolar más altas en comparación con otros grupos étnicos.

Los estudiantes mexicoamericanos tienen las tasas más bajas de graduación de la escuela secundaria, a comparación con los grupos de afroamericanos, asiáticos, blancos , isleños del Pacífico y otros subgrupos Latinoamericanos (Departamento de Educación de los EE. UU., 2012). Pese a esto, el 35% de los adultos jóvenes Latinos, de entre 18 y 24 años, están matriculados en la educación postsecundaria o universitaria; y tienen el mayor aumento de inscripciones universitarias entre los grupos étnicos desde principios de la década de 1990. Si todos los padres tienen aspiraciones académicas tan altas para sus hijos, ¿qué están haciendo algunos padres para ayudar a sus hijos adolescentes a tener un buen rendimiento académico, mientras que otros jóvenes abandonan la escuela secundaria?

Nosotros realizamos entrevistas cualitativas con un grupo de padres y sus hijos adolescentes para preguntarles acerca de los mensajes académicos que los padres transmiten y las formas en que los adolescentes los asimilan. Después, utilizamos datos de registros escolares de dos escuelas para comparar la conducta académica y las rutinas familiares de adolescentes con diversos promedios de calificaciones y niveles de clase (por ejemplo, clases avanzadas o clases remediadoras).

Descubrimos que, aunque todos los padres de nuestra muestra de investigación querían que sus adolescentes se graduaran de la universidad o del posgrado (por ejemplo, doctorado, abogado, o escuela de medicina)—los padres se diferenciaban por su forma de comunicar sus expectativas a sus hijos. Los padres cuyos hijos tenían un promedio de calificaciones altas, informaron que el trabajo escolar era parte de la rutina diaria de la familia. Sin embargo, los padres de los adolescentes con un promedio de calificaciones bajas tendían a enfocarse en el desempeño académico solamente en situaciones de emergencia y a ofrecerle recompensas externas a sus hijos para que mejoraran.

Emmanuel, por ejemplo, estaba en clases de nivelación y tenía un promedio de calificaciones de 1.33 (de 4.00). Su padre informó que no quería presionarlo demasiado, siempre y cuando Emmanuel “entienda el valor de la educación”. Emmanuel nos dijo: “Si estoy reprobando algunas clases, que el sabe que yo podría aprobar, [mi padre] me diría … Si obtienes dos As, te daré una [consola nueva de videojuegos].” Esto muestra que el padre de Emmanuel, si estuvo involucrado en el trabajo escolar de su hijo.

Emmanuel, por su parte, demostró repetidamente que era capaz de mejorar sus calificaciones, pero las actividades escolares nunca se convirtieron en parte de su rutina diaria. Para él, las buenas calificaciones parecían depender temporalmente de las recompensas de su padre—cuyos desafíos académicos se iniciaban sólo cuando Emmanuel tenía un rendimiento académico bajo. Por lo tanto, las acciones que tomaba para mejorar sus calificaciones no se convirtieron en hábitos.

Por el contrario, Javier, que estaba en cursos avanzados y de honor y tenía un promedio de calificaciones de 3.43 (de 4.00), hablaba con sus padres sobre sus tareas todos los días. Su madre explicó: “[Nosotros le preguntamos] ‘Hola, Javier, ¿qué tareas tienes?’ Oh, me dieron esto … y el maestro me dijo esto, y que ‘Él siempre tiene comentarios para nosotros sobre lo que hizo en su escuela”. Si a Javier no le iba bien en un examen, sus padres lo motivaban a persistir: “Ya que Dios te dio esa gran inteligencia que tienes, sal adelante.” De manera similar, Javier nos informó: “No me castigan, sólo conversan conmigo porque saben que puedo mejorar y que puedo elevar mi calificación a una A o una B”.

Aunque la mayoría de los padres quieren que sus hijos asistan a la universidad, los valores de los padres se transmiten a través de las rutinas diarias. Nuestro estudio reveló una variabilidad significativa en las prácticas académicas diarias en la rutina familiar. En general, los padres de adolescentes con calificaciones más altas esperaban explícitamente calificaciones más altas y participaban en los estudios académicos de sus adolescentes a diario, en lugar de intervenir principalmente durante “emergencias académicas.” Esto, a su vez, parecía contribuir al valor y resiliencia académica de los adolescentes.

Los resultados de este estudio sugieren que los padres Latinoamericanos si están involucrados en las actividades académicas de sus hijos adolescentes, aunque lo hacen de maneras distintas, a tiempos y con énfasis que los diferencian, e implicándose en las rutinas diarias con métodos diferentes. Esto amplía los resultados de una de nuestras investigaciones, donde se demostró que la relación de padres e hija/o es un componente crítico para el éxito académico. Las intervenciones que le enseñan a los padres métodos efectivos para involucrarse en la educación de sus hijos deberían capacitar a los padres para que el mundo académico forme parte de la vida diaria de la familia.

Photo by William Warby on Unsplash

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